
El tema del dinero en la iglesia siempre ha sido un tema incómodo. A los pastores se les hace difícil predicar sobre las finanzas, por el temor a lo que puedan pensar los miembros de la iglesia (en particular, se piensa que el pastor quiere más dinero). Pero lo anterior no invalida el hecho de que, bíblicamente, dar ofrendas no es opcional, es obligatorio.
Para entender esto, vamos a leer los primeros 3 versículos del capítulo 16 de la carta de 1a de Corintios:
“v.1 En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené a las iglesias de Galacia.
1 Corintios 16:1-3 (RVR60)
v.2 Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue, no se recojan las ofrendas.
v.3 Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a estos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén”
Pablo escribió esta carta en la ciudad de Éfeso, al estar en su tercer viaje misionero (Hechos 19:8-10), después de haber escuchado la gran cantidad de problemas espirituales que tenían los corintios. Los detalles sobre la carta puedes consultarlos aquí.
Debido a una la gran necesidad que tenían los creyentes de la iglesia de Jerusalén, Pablo había propuesto apoyarles a través de una ofrenda especial. De hecho, también solicitó ofrendas a las iglesias de Galacia, Macedonia y Acaya (Gálatas 6:10, Romanos 15:26, 2 Corintios. 8:1-5, 2 Corintios 9:12-15).
Debemos notar la orden apostólica de dar, como se menciona en el versículo uno de 1 Corintios 16 (“de la manera que ordené“).
Pero, ¿qué pasa si no cumplimos con nuestro deber financiero de ofrendar? Le fallamos a 4 elementos:
Le fallamos a DIOS
Cuando no ofrendamos, estamos siendo desobedientes con Dios. No cumplimos con el mandato apostólico que vimos en 1 Corintio 16. Además, no ofrendar implica que estamos robando a Dios, como lo expresa el profeta Malaquías:
“Traed todos los diezmos al alfolí
Malaquías 3:10
y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos,
y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”
Si algo caracteriza al cristiano, es el temor a Dios (Jeremías 32:38-40). Desobedecer a Dios es algo que como creyentes debemos de tomar muy seriamente.
Una vez más, no ofrendar es desobedecer a Dios.
Le fallamos a la IGLESIA LOCAL
Tu iglesia local tiene necesidades económicas. Se debe cubrir:
- Servicios (agua, luz, gas, teléfono, internet, etc.).
- Renta o pago de crédito.
- Salario del pastor y de los siervos que realizan trabajo en la iglesia.
- Mantenimiento del lugar (artículos de limpieza, pintura, impermeabilizar, etc.).
- Reparaciones.
- Transporte (gasolina, afinación de vehículos, etc.)
Como miembro de la iglesia y asistente fiel (espero…), se disfruta de todos los beneficios y servicios que ofrece la iglesia. Es justo y necesario, contribuir para el mantenimiento económico de la iglesia local a la que asistes.
Recuerda, tu iglesia te necesita a ti y tus ofrendas.
Le fallamos a la EXPANSIÓN DEL EVANGELIO

Dios nos ha llamado a ir y predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Todos los creyentes debemos estar involucrados en algún esfuerzo para llevar el evangelio a la comunidad en la que vivimos.
Pero, también se requieren de MISIONEROS que vayan a otros lugares donde el Evangelio nunca se ha anunciado.
Debemos tener mucho respeto y apoyo por los misioneros, ya que ellos sacrifican:
- Su familia
- Su cercanía con familiares y amigos.
- Su comodidad al estar en su lugar de origen.
- Su carrera y desarrollo profesional.
- Su estabilidad económica.
Todo por la causa suprema de esparcir el Evangelio.
Los misioneros no solo requieren nuestras oraciones. Requieren que les apoyemos económicamente de manera constante y sacrificial.
Bien decía Paul Washer:
“Muéstrame las marcas de sacrificio en las misiones en tus manos,
Paul Washer
o eres el que está bajando al pozo,
o eres el que está sujetando la cuerda desde afuera del pozo”
Le fallamos a NOSOTROS MISMOS
Cuando no ofrendamos, pecamos contra Dios. Y el pecado tiene efectos destructivos en nuestras almas. Tan destructivo es el pecado, que se requiere la muerte misma del hijo de Dios para vencer el pecado.
El pecado te engaña y te destruye. En particular, aquí hablamos del amor a las riquezas (1 Timoteo 6:10). El pecado quiere engañarte, haciéndote pensar un montón de excusas y mentiras, como por ejemplo:
- “No puedo ofrendar y necesito ese dinero”
- “En la iglesia no usan bien el dinero”
- “A Dios no le importa el dinero”
- “En las iglesias no usan bien las ofrendas, mejor no doy”
- “Los pastores y misioneros deben vivir pobres, ser pobres es bueno”
- Y un largo etcétera.
A largo plazo, el pecado sostenido te vuelve insensible (Efesios 4:19) y cauteriza la conciencia (1 Timoteo 4:2).
Así que no destruyas tu alma por el amor a las riquezas. En el peor de los casos, te puedes extraviar de la fe (1 Timoteo 6:10). Es un peligro mortal para el alma.
¡Arrepintámonos de nuestro pecado y cumplamos nuestro deber espiritual y financiero de ofrendar!
Recuerda: dar ofrendas no es opcional, es obligatorio.
¿Qué te pareció el artículo? ¿Estás ofrendando? ¿Habías visto la ofrenda como un deber bíblico?
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¡Dios te bendiga!